jueves, 31 de enero de 2013

DESCRIPCIÓN CON LOS CINCO SENTIDOS. La envidia de todos los vegetales del universo, por Elsa Giménez



Su vivo color verde es la envidia de todos los vegetales del universo. Su forma me recuerda a un palo de golf o a un ramo de flores, según el tamaño que esté observando. El modo que tiene de caer, con un golpe seco e ininterrumpible, me recuerda a un comportamiento humano muy común, el empecinamiento, como si una vez que se propusiera algo lo cumpliera contra viento y marea, en este caso, dirigirse hacia el suelo. La disposición de sus ramitas, tan juntas y enredadas entre sí, no me dan más opción que preguntarme cómo es capaz de obtener la luz suficiente para sobrevivir.
Cada vez que lo toco me invade una sensación indescriptible, a medias entre sentir una rama y una alfombra peluda muy mullida y suave.

El olor dulzón y penetrante, tan familiar para mí, hace que me embargue una repentina e irrefrenable necesidad de probarlo. Pero antes he de concentrarme. Para ello cierro los ojos y me lo acerco a la oreja. Al principio no oigo nada en absoluto, pero más tarde fugaces sonidos parecidos a pequeñas corrientes de agua rompen ese silencio definitivamente. A raíz de lo que he aprendido en el colegio, debe ser la savia, que asciende y desciende a una velocidad vertiginosa por los nervios. Sin embargo, no me da tiempo a continuar escuchando tan insólita sinfonía, ya que, sin saber cómo, mi mano lo ha introducido en la boca. Comienzo por sentir simplemente un trozo de vegetal, lo mismo que sentiría si estuviera comiéndome una rama cualquiera. Pero no, ésta es especial, ya que al masticarla se han liberado esos sabores que nunca he sabido describir, pero haré un esfuerzo por lograrlo aunque sea por el mero hecho de darte envidia. Empezaré por lo básico que debes saber: su sabor es todo un mundo. Solo los más experimentados (como yo), que han podido catarlo durante años son capaces de apreciarlo. Dulce, aunque no del modo en que lo es un caramelo, sólo por los azúcares, sino que éste es suave, no agresivo al paladar y apenas perceptible a menos que te concentres. Esto tiene su explicación en algunos de sus componentes.
Al deshacerse en tu boca sientes cómo una sensación de calma y de todos los buenos recuerdos que atesoras en tu mente se agolpan en tu ser, haciéndote disfrutar de este a menudo olvidado manjar. Este es un homenaje a todos los que son como tú, querido, deseado, ansiado... brócoli.

Elsa Giménez, 3º ESO B


IMPRESIONES Y PAISAJES, POR ELSA GIMÉNEZ



Desde la hamaca en la que estoy tumbada soy capaz de percibir el paisaje que me rodea. En medio de éste hay una preciosa casa de piedra con dos amplios porches y un patio enorme. Todo el camino que la rodea es de piedra gris, lo que le confiere un aspecto antiguo y elegante. 

Subiendo por el campo superior hay un galpón donde los años han dejado su huella, y que prácticamente está sepultado bajo una manta de hiedra. A la derecha hay un estanque que perpetuamente se encuentra a rebosar de agua. Debajo de mí hay suave y blanda hierba recién cortada. Su vivo color verde calma mis inquietudes y es capaz de aclarar hasta el más oscuro de los días. Las altas palmeras, el bambú, los avellanos y toda la corte de árboles que pueblan la finca bailan una hipnotizante danza con el viento, que me impide separar la vista de ellos. Entonces desvío la atención a esa infinita mancha azul que me observa en todo momento y que hoy está surcada por cinco o seis algodones blancos que me transmiten la misma sensación que estar entre blandos cojines de plumas. Ahora mi mirada está en los arbustos, trepadoras y plantas de las que nunca sabré el origen. Crecen desiguales, cada una inmersa en una lucha silenciosa por tener una mínima cantidad de luz. El sol avanza en su interminable camino por el cielo y en este momento me calienta los pies de forma que poco a poco siento la necesidad de cerrar los ojos y dejarme llevar.

Oigo el sonido de los pájaros al entonar dulces melodías, lo que inmediatamente despierta en mí una opresión en el pecho al recordar una ocasión en la que mi gato trajo un gorrión entre sus fauces de depredador. Entonces yo era solo una niña de siete años que nunca había sido testigo del cruel curso de la vida. Aún hoy sigo sin asimilar que el pájaro se salvara y siga vivo y mi gato no.

Un repentino cosquilleo en el brazo me obliga a abandonar tan tristes pensamientos. Abro los ojos y veo un saltamontes que me recuerda el estupor y el susto que experimenté la vez en que, queriéndolo capturar, un animal como éste me mordió el dedo índice e hizo brotar la sangre. Al admirar a tan simpático insecto vienen a mi mente la fascinación que me invadió al contemplar el desigual vuelo de una mariposa vestida con un traje de cebra, y también la angustia que me impulsa a proteger a un escarabajo de la patata, de apartarlo de las miradas mortales de las aves.

Escucho atentamente el sonido de la fuente que se encuentra más arriba, del agua al caer y automáticamente sentimientos como la armonía y la serenidad se anteponen a los anteriores. Me vence el sueño y de nuevo cierro los ojos para continuar disfrutando del hermoso espectáculo que es la naturaleza, aun yaciendo en brazos de Morfeo.

Elsa Giménez, 3º ESO B 

lunes, 28 de enero de 2013

CUANDO LA NIEBLA DESAPAREZCA, POR MARTA LÓPEZ



El ambiente es húmedo a causa de la niebla, el intenso frío se clava en los huesos como cuchillas. No hay nadie en las calles, todo el mundo se resguarda del frío en sus madrigueras de plumas y algodón. La tenue luz, que empieza a iluminar sutilmente la mañana, difuminada por la espesa niebla, da a las solitarias calles un aspecto fantasmagórico. Los adoquines, brillantes por la humedad del momento, conducen hacia la nada. Las alargadas farolas, que se alejan por el horizonte, parecen obedientes peones protegiendo a su rey. Y allí, tras sus peones, aparece, intimidante y autoritario, con sus cornisas blancas y sus vigías de piedra que guardan el sueño de sus moradores. Las ventanas y balcones aparecen cerrados, ocultando los secretos que se esconden tras los cristales. Una valla separa la realidad de la ilusión, la claridad de la niebla. Tras esta valla, se intuye la magnitud de su silueta, pero realmente solo muestra una pequeña parte. Su alianza con la niebla crea la ilusión. Pero solo en unas horas, quizá minutos, cuando la niebla desaparezca, esa ilusión se convertirá en realidad y aparecerá el Palacio Real.

Marta López Sánchez, 3º ESO B

miércoles, 23 de enero de 2013

RIAZA, POR MARÍA DE BENITO

Riaza sobresale por una llanura, intentando cubrir a la montaña, lo que no consigue ya que ésta se alza firmemente. La luz del sol al atardecer es cálida y acogedora y ya ilumina solo el tejado de las casas. En el cielo azul, justo en la cima de la montaña, aparece una nube estrecha y alargada, mitad color gris y mitad iluminada por esa luz que brilla constantemente, esa luz que nunca se acaba. Se puede ver gente disfrutando de tan bello paisaje que a cualquiera sorprende.
                           María de Benito, 3º ESO B

DESCRIPCIÓN CON LOS CINCO SENTIDOS: 'LOS MISERABLES', POR MARÍA BENITO


Veo París, sus calles bonitas y alegres, entonces sucias en muchos de sus rincones. Puedo percibir un fuerte olor a alcantarilla, mas también a aire puro. Noto un fuerte sabor a acidez en la boca, debido al olor a orina que las invade constantemente. Siento el contacto de mis zapatos contra el suelo adoquinado e irregular. A mi paso por cada calle oigo niños llorar desconsolados, madres suplicar compasión y hombres desesperados.

María de Benito, 3º ESO B

martes, 22 de enero de 2013

CIUDAD, POR JOSE MARÍA BENÍTEZ


Otra cárcel; vallada, amurallada, aislada, protegida por altas torres de cristal y acero, muchas aun por construir. Cárcel de ilusiones, deseos, emociones, creencias falsas. De ella no se puede escapar, aunque dentro crees ser libre, por sus árboles verdes, carreteras plagadas de máquinas de contaminación, las cuales creemos que podemos llevar a donde queramos, pero como siempre, sin destino no hay camino.
En el interior de la cárcel, como en todas, hay zonas que siguen avivando, las ilusiones de libertad, con bellas fuentes, piscinas en áticos, lujosos vestíbulos y poderosas entradas.
La ilusión se mantiene: -¡Hermosa mañana!-gritan unas cuantas voces trabajadoras. -Buen foco- ríen los ricos -ja, ja, ja, qué bello fondo les hemos puesto, solo nos queda mirar abajo, ver sus vidas mediocres, llevándolos por el asfalto negro y oscuro, como cintas de caminar sin regreso y sin salida, solo nos queda mirar cómo sujetan ¡cómo crean! los cimientos de los sueños que prometimos construir con su dinero, el cual, enciende el gran foco, lo cambia, oscurece, inicia el frío. Los pigmentos de sueños rotos estrellándose contra el cielo, formando lo que creen estrellas, y la luna, oh, la luna, el gran deseo de seguir muchos años en esa cárcel sin saber la verdad, PORQUE NO LES IMPORTA, NO LO NECESITAN, NO LO VEN… 
JOSE MARÍA BENÍTEZ, 3º ESO B

EL BOSQUE GRIS, POR ANA VILLANUEVA




Los rascacielos se erguían como montañas, desafiando la gravedad. Grandes agujas de cemento y ladrillo, estructuras de hormigón armado que sobresalían de la vegetación como una selva de piedra y cristal, ahogando a los pocos árboles que aún luchaban por respirar. Hábitat natural del ser humano, atrapado en sus obligaciones y aquellos vehículos de metal, siempre con prisa, siempre perdidos; todos yendo a ninguna parte como un rebaño de ovejas a motor. Desde el asfixiante cielo tóxico, nublado por la respiración de los coches y el corazón de las fábricas, todo parecía muerto en vida; las grúas congeladas en el aire y el reloj del edificio demasiado lento. Todo parecía mal controlado, como un niño que solía jugar con su tren eléctrico, que colocaba con mucho cuidado las vías para que pudiera circular, que dedicaba horas, ilusionado, a crear una ruta ideal; pero que muy pronto se cansó de él y lo abandonó, dejándolo circular el mismo recorrido eternamente. Era una anarquía regida por leyes, donde la lucha por llegar más alto duraba eternamente, donde las aves rapaces acechaban desde lo más alto de sus altas pirámides rectangulares a aquellos polluelos, aquellos seres inferiores que ridículamente luchaban día a día por sobrevivir; mientras ellos, los que lo controlaban todo, admiraban con una sonrisa todos los territorios de su posesión. La simple idea de aquellas aves gordas, avariciosas y bobas gobernando la ciudad le produjo náuseas.

ANA VILLANUEVA, 3º ESO B