Es antiguo, al tocarlo puedes
notar su textura rugosa, fría y dura. Tiene numerosos arañazos y grietas por el
paso del tiempo, como si de un anciano se tratase. Sus costuras, ya
deshilachadas, cuelgan sutilmente, como finos mechones de cabello dorado. Al
abrirlo, sus hojas desgastadas y amarillentas, su penetrante olor papel antiguo
y su sabor añejo, te invitan a
sumergirte en él, a perderte frente al fuego, cálido y confortable, mientras la
lluvia cae en las aceras de la ciudad, solo él y tú, tú y él. Y por un momento,
se transforma en el centro de tu universo, nada más importa. Y así, tan solo
escuchando el ronroneo de la lluvia caer, y el suave sonido del pasar de las
hojas. Ya estás dentro de él.
Marta López, 3º ESO B