La plaza mayor, lugar de compraventa
de cacharros diversos y de agobio imperdonable, es la más céntrica explanada
madrileña. Al pasar por este sitio hueles el aroma atractivo de los
insuperables bocadillos de calamares, típicos de la ciudad. Se oyen gritos,
cuchicheos y alguna que otra regañina para un niño rebelde. Abriéndote hueco
entre la agrupación masiva de gente, no es posible evitar ver aquellas caras
traviesas que se disputan el ganar o perder entre risas y piques. La plazoleta
se caracteriza por un gusto activo, fruto de las prisas de compradores y
visitantes cuyo fin es ir a la velocidad de la luz. No obstante, es de tacto
rugoso y llamativo por ser completamente desigual y poseer una variedad
infinita de tonalidades.
Gemma de Orbe, 2º ESO B
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