Almuñécar,
ciudad fenicia de la Granada musulmana, de bello castillo y amplia playa. En
esta noche festiva que conmemora a la
Virgen, se alza una gran muchedumbre, atenta, despierta, esperando un destello,
una explosión de color en el cielo oscuro y desierto. Cada chispazo, un
segundo, cada brillo, con un color, cada fulgor, una silueta: erizos, ramas de
palmerales o estrellas fugaces parecen caer con despreocupación... No se
mantiene ni una estrella y el mar, cesando su furia, se mece de un lado a otro
rompiendo su espuma en la arena libre, ya sucia. Todos los años distinta
maravilla, una sorpresa del día 15 de agosto. Los balcones rebosan de felicidad,
de silencio estruendoso y flashes continuos.
Ahí me
recuerdo cada vez que lo veo. En la penúltima terraza pidiendo el mejor sitio
para contemplar el centelleo, con unos ojos redondos como pelotas y una sonrisa
que me llegaba hasta la frente. Mis primos y familia a mi lado, todos con el
estómago bien lleno de un delicioso combinado. Poco a poco aumenta la
intensidad del volumen; todos con la boca abierta. Va cesando, con esto la
música, hacia un bombardeo final acompañado por un jubileo de gente aplaudiendo.
Gemma de Orbe, 2º ESO B
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