Este paisaje es muy preciado para mí porque me recuerda un
montón a mi infancia. Llevo toda mi vida veraneando allí, desde que apenas era
un bebé, no solo con mis padres y hermano, sino también con mis tíos, mis primos
y mis abuelos. Cuando era pequeño lo que más me gustaba del verano era viajar
hasta ese lugar con mi familia para poder observarlo con detenimiento y
admiración. Ese mar tiene una belleza increíble, no puedes parar de mirarlo, te
atrae.
Es un lugar divertido a la vez que sosegante, porque disfrutas
nadando en ese mar tan frío y relajándote con una siesta en la orilla de la
playa, escuchando las olas rompiendo contra la arena o las rocas. También puede
hasta llegar a ser un lugar exótico por la cantidad de animales raros que te
puedes encontrar y la variedad de plantas que hay tanto en la tierra como en el
mar.
Es un paisaje digno de visitar
por su gran belleza, aunque puede resultar un poco aburrido el viaje, porque
son bastantes horas en el coche, pero sin duda merece la pena aburrirse un rato
y obtener tanto beneficio. Ese lugar se encuentra en Galicia, en el lugar más
lejano de La Coruña
al que los aventureros llamaban el fin del mundo. Ese lugar se llama
Finisterre.
Está situado en una zona muy rocosa
y escarpada, rodeada por una gran cantidad de hórreos y custodiada por un gran
faro situado en lo más alto de una montaña que sirve de ayuda para los barcos.
Pero también ese faro tiene una función estética ya que desde lo más bajo se ve
muy bonito y apoteósico. Desde el faro se puede observar la bella puesta de sol
al atardecer y puede resultar hasta mágico por la gran cantidad de colores que
se pueden observar. Y para mejorar esta vista, si oyes una gaita de fondo -el
instrumento típico gallego- ese momento es aún mejor.
Luis Creus, 2º ESO B
No hay comentarios:
Publicar un comentario