Aquella
mañana templada… Contemplando las cataratas de Niágara que reflejaban el arco
iris junto al pequeño barco que se acercaba; cuando estábamos en el barco aproximándonos
a la cascada, teníamos que llevar chubasqueros por las fuertes salpicaduras
tras la caída del agua al vacío. Desde
arriba, cuando ya nos íbamos a comer, seguíamos recibiendo esa agua vaporizada. En algunos momentos, durante el paseo en barco, sentí miedo por el impactante descenso que tenía el agua cuando estábamos casi bajo las cataratas.
Beatriz Machuca, 2º ESO B
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